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El ginecólogo del caso de los niños robados invirtió seis millones de euros con jerarcas del franquismo
El patrimonio de la familia de Eduardo Vela fue creciendo de manera sostenida mientras desaparecían los bebés recién alumbrados
Los principales socios del médico eran el exministro franquista José Antonio Girón de Velasco y sus principales colaboradores en Trabajo
Sor María, la única imputada, deberá responder de una nueva acusación en otro juzgado por la desaparición de unas gemelas en 1981
Los principales socios del médico eran el exministro franquista José Antonio Girón de Velasco y sus principales colaboradores en Trabajo
Sor María, la única imputada, deberá responder de una nueva acusación en otro juzgado por la desaparición de unas gemelas en 1981
Si están en lo cierto los familiares de los niños
robados durante el franquismo y durante la democracia por la misma trama
compuesta por jerarcas de la dictadura, ante la pasividad de las
autoridades, los miembros de la red son también especialmente
afortunados a la hora de invertir. Sor María, la única imputada en la
causa debía declarar hoy en el juzgado de instrucción número 50 de
Madrid para ampliar su testimonio, y en el 47, que la acaba de imputar
por la declaración de unas gemelas en 1981.
El ginecólogo al que señalan la mayor parte de las familias víctimas
del robo de bebés, Eduardo Vela, creó en los años 70 una sociedad,
Bellcasa, en la que contaba como socios con algunos jerarcas del
franquismo, como José Antonio Girón de Velasco –a través de su esposa–,
ministro de Trabajo de Franco desde 1941 hasta 1957. Durante muchos años
Girón simbolizaba la cara social del régimen: creó la incipiente
Seguridad Social y el germen de lo que tras la muerte de Franco sería la
sanidad pública.
Girón fue destituido en 1957,
cuando Franco confió la dirección del Estado a los denominados
tecnócratas del Opus Dei. Tras el asesinato del presidente del Gobierno
de Franco, el almirante Luis Carrero Blanco, por ETA, Girón entró en la
terna de candidatos a presidente del Consejo de Ministros, junto a
Torcuato Fernández Miranda y Carlos Arias Navarro.
Entramado empresarial
Bellcasa, junto a miembros de la familia Vela y de los exaltos cargos
franquistas Fernando Coca y José Pérez Sáenz de Miera, que invirtieron
directamente, promovieron la constructora Albolar, que el año pasado
seguía en activo y, según un informe encargado por algunas de las
víctimas del robo de bebés a la agencia de detectives Método 3, llegó a
tener inversiones por valor de más de seis millones de euros.
Como al final el sucesor de Carrero Blanco en la presidencia del
Gobierno franquista fue Arias Navarro, Girón se incorporó al denominado búnker
de irreductibles franquistas que rechazaban el proceso de transición.
Hasta el punto de que en la investigación policial del único condenado
civil por el fracasado golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, Juan
García Carrés, se intervinieron conversaciones telefónicas entre Girón y
el golpista.
Pero mientras estuvo retirado de la
primera línea de la política, Girón se convirtió en un potentado
inmobiliario radicado en la Costa del Sol, lo que le valió el
sobrenombre de El león de Fuengirola. En el mundo
de los negocios, como en sus cargos públicos, Girón siempre se rodeó del
mismo núcleo de colaboradores: el militar Fernando de Coca, antiguo
jefe provincial del movimiento en Sevilla; José Sáenz de Miera, delegado
de Falange en Palencia; y José Manuel González Fausto, exsubdirector
general de Mutualidades, Montepíos y consejero del Instituto Nacional de
Previsión.
La insistencia de las familias afectadas
ha empezado a desentrañar la madeja de la red. De momento sólo una
denuncia ha prosperado, la que admitió el juzgado de instrucción número
47 de Madrid, y por la que sólo está imputada, de momento, la religiosa
María Gómez Vallbuena, conocida como Sor María, a quien se vincula
estrechamente con el ginecólogo Eduardo Vela.
Hoy,
la religiosa volverá a prestar declaración, en esta ocasión en el
juzgado de instrucción número 50 de Madrid por la desaparición de unas
gemelas.
Vela ha acudido al juzgado a prestar
declaración en calidad de testigo. Sin embargo, una investigación sobre
sus actividades económicas revela que la medicina prenatal estaba lejos
de ser su principal actividad. De hecho, Eduardo Vela fue durante las
décadas de 1970 y 1980 un próspero hombre de negocios, aunque en la
actualidad no figura bien alguno a su nombre.
Patrimonio protegido
El ginecólogo disolvió la sociedad de gananciales que mantenía con su
esposa, Adela Bermejo, y lo sustituyó por un régimen puro de separación
de bienes. En el reparto, todos los bienes del matrimonio fueron a manos
de la esposa. El cambio de régimen se produjo en 1985 cuando
aparecieron las primeras denuncias por el robo de bebés.
La sociedad de gananciales ya contaba con un patrimonio sustancial.
Además de la vivienda familiar, la sociedad de gananciales posee en
Madrid 38 plazas de aparcamiento, que, a pesar de la caída de precios en
el sector inmobiliario y de que, formalmente no están a su nombre, sino
de su esposa y de algunos de sus hijos, siguen constituyendo una
fortuna considerable.
El martes, cuando trascendió
que la monja María Gómez Vallbuena, conocida como Sor María, considerada
una estrecha colaboradora del doctor Vela, volvería a declarar en el
nuevo procedimiento que se instruye en el juzgado de instrucción número
50 de Madrid, los portavoces de la organización SOS Bebés Robados
aprovecharon para protestar contra la lentitud de la justcia.
Buena parte de los retrasos se debe a la actitud de la Conferencia
Episcopal. La Iglesia católica cuenta en sus archivos con la información
de las familias a las que se asignó en su día los niños robados a sus
padres. Pero la organización que preside el cardenal Antonio María Rouco
Varela se niega a que los tribunales entren en sus archivos que, en la
práctica, son propiedad de un Estado soberano, el Vaticano.
Marxistas y pobres, "un raza infrahumana"
Las investigaciones de historiadores y periodistas sobre el robo de recién nacidos a disidentes políticos han sido abundantes. La dictadura franquista sirvió de ejemplo a muchos de los regímenes totalitarios que se impusieron en América Latina entre los años 50 y los 80 del siglo pasado.La diferencia con el caso español es que, en el caso más sangrante, el de la dictadura que gobierno Argentina entre 1976 y 1981, ha acabado recientemente con el dictador Jorge Rafael Videla condenado a cadena perpetua por el secuestro de los niños de las desaparecidas, mientras que, en España, aunque la práctica empezó con el golpe de Estado del 18 de julio de 1936, los responsables no sólo han quedado impunes; se mantuvieron activos hasta hace poco más de 20 años.
Aunque probablemente el trabajo emocionalmente más impactante sea Los niños perdidos del franquismo, del historiador Ricard Vinyes y los periodistas Ricard Belis y Montse Armengou, el último libro del prestigioso hispanista de la London Schoool of Economics Paul Preston, El Holocausto español. Y es que Preston aborda la represión de los nacionales como un plan sistemático de exterminio de izquierdistas y pobres, a los que consideraban suhumanos.
Preston escribe: “Terminada la guerra, el secuestro de los hijos de las prisioneras republicanas, no sólo de aquellos que habían sido ejecutaros, se convirtió en una acción sistemática. Un total de 12.000 niños fueron internados en instituciones civiles y religiosas donde se les practicó el oportuno lavado de cerebro”.
Pero Preston va más lejos cuando asegura que en el libro del capellán de la cárcel de Barcelona, Martín Torrent, “se manifiesta un hondo orgullo por el hecho de haber recogido en orfanatos religiosos a 7.000 niños religiosos, hijos de prisioneros”.
En lo que todos coinciden es en señalar al autor intelectual de la atrocidad, Antronio Vallejo-Nágera, militar y psiquiatra de cabecera de Franco. Sobre Vallejo-Nájera, Preston escribe: “El jefe de los Servicios Psiquiátricos del Ejército rebelde, el comandante Antonio Vallejo-Nágera, ofreció una justificación a esta política. Obsesionado por la necesidad de limpieza étnica, en 1934 escribió un libro en el que abogaba por la castración de psicópatas”.
En el caso de los izquierdistas, añade Preston, Vallejo-Nájera “había prestado servicio en Marruecos como miembro del Cuerpo de Sanidad Militar y había pasado algún tiempo en Alemania durante la Primera Guerra Mundial (…) su propósito era patologizar las ideas de la izquierda” y proporcionar a los golpistas los argumentos “científicos” necesarios para “considerar a sus enemigos como una especie infrahumana”.
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